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12/7/25

Andante ma non troppo

A veces me siento perdido en un engranaje dentado que se mueve a tic-tacs de velocidad.
Y mientras que a veces me engancho en una rueda giratoria que intenta llevarme consigo adentro, no sé cómo es, pero, consigo librarme de ella. Y de nuevo, resbalando por el engrasado tumulto de metales acolmillados, hago un ligero giro de cabeza para, de nuevo, regresarla al lugar de donde partió y cerrando aprisa los ojos para no mirarlo otra vez.
Ahí me encuentro siempre, en mi pesadilla. Un laberinto de sonido constante, tic taqueante, redondo y concreto que se convierte en un rudo ciclo de vueltas y más vueltas.
Y más vueltas que doy en mi cama antes de dormir, pensando en que no aparezca de nuevo la pesadilla. Y sin querer pensar en no pensarlo, pienso, no obstante. Y así de nuevo, atormentado, caigo en el mundo de Morpheus, que me atrae hasta sí, agarrándome de los hombros cual tranquilizador experto de la calma.
Y ahí, sumido en la tranquilidad dispersa, es cuando los engranajes se disipan. Las cadenas de movimientos se envuelven en colores transparentes, haciendo que la luz los perfore y se derritan al paso. Al paso que, insistente, marca el tic tac del tacón dentado.
Y es así, cuando un diente coincide en el momento preciso, en la vuelta establecida, en el lugar indicado, en el sitio exacto donde, ¡ZAS!, la luz deja de perforar los colores, volviéndolos de nuevo opacos y haciendo que los movimientos sean visibles otra vez, y Morpheus desaparece de mi lado, lanzándome de nuevo al lugar de donde provine para que los párpados se despeguen y comiencen a ver la luz tenue que rodea mi estancia.
Y es así cuando, de pronto, vuelvo a la pesadilla de los engranajes dentados que se mueven a tic tacs de velocidad y que, no obstante, nunca salí de ellos, incluso cuando fueron coloreados de tintes transparentes.

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